¡Conoce el relato de Nubia Leticia Bernal Lache, ciudadana de Venecia!

Descubre su historia y la de Casa Trébol, una posada campesina con el objetivo de mostrar y hablar de Venecia. Un ejemplo de la unión de las y los campesinos de la región.

¡Seguimos tejiendo lo público!

 


 

¡Así se vivió el Festival Juntémonos en la Perla del Sumapaz, Venecia - Cundinamarca!

Revive nuestro festival a través de la mirada de las propias comunidades asistentes, nos cuentan cómo esta iniciativa de Función Pública apoyó sus emprendimientos y todas sus representaciones culturales.

¡Juntémonos por Cundinamarca!

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Profe “juntémonos” el festival para tejer lo público

“Uno se enamora de los lugares y después es difícil dejarlos”, comentó Marleny Ibáñez, se fue trasladada por unos meses a Venecia, pero se convirtieron en 12 años, arribó sin su familia, al principio dejó a su hija de 8 años a quien tan solo podía ver los fines de semana. Ahora le brillan los ojos cuando habla del pueblo, de sus alumnos, del futuro y de lo relevante de “Juntémonos” Venecia.

Un grupo de jóvenes danzan entre nubes de colores que resplandecen en sus testas. Era un “color party”, un encuentro que tal vez se dio de forma espontánea en la plaza principal de Venecia. Un acto donde se lanzan polvos mientras bailan bajo un sol abrazador y esperan a sus padres hacer fila en el festival Juntémonos en el que son atendidos por ministerios, entidades y agencias. Al otro lado, en las calles truenan los instrumentos de una banda marcial de colegiales bien atalajados y marchando al compás de la lira y la diana. Otros venecianos se explayan sobre las bancas de la plaza principal junto a la iglesia Nuestra Señora del Carmen, hablan de sus proyectos, averiguan becas, auxilios, venden té rojo.

Marleny apostada en una esquina observa a sus alumnos zarandear las baquetas y golpear el bombo, su mirada parece irse, son doce años junto a ellos, es más de una década cerca a sus problemas, anhelos y sueños. Tiene el pueblo en sus entrañas, allí nació, luego de la secundaria se fue a prepararse en Bogotá, se graduó en el año 1994 como docente de idiomas en la Universidad Distrital, hizo su vida y familia en la capital. Pero por un azaroso traslado volvió a Venecia, su tierra, a esos parajes de páramo cafeteros y agrícolas donde alguna vez de niña corría entre arreboles. Ahora es rectora y dirige a los que alguna vez fueron sus maestros.

Tiene más de cuarenta años y dirige la Institución Educativa Departamental Venecia, uno de los mejores colegios de Cundinamarca. Saca pecho, se acomoda sus lentes oscuros, y sube el tono de su voz cuando habla de él “Acá tenemos un alto nivel educativo, estamos por encima del promedio nacional, con un ICFES alto, sin nada que envidiar a un colegio de ciudad, es más diría que mejor que muchos”. Según Marleny intenta hacer lo mejor posible sabe la responsabilidad de la educación, Venecia tiene bastante población víctima del conflicto y no tiene mucha estabilidad económica, la mayoría de los padres de sus alumnos son jornaleros, viven al destajo, lo que les paguen por el día, eso a pesar de ser una despensa agrícola y un lugar colindante al Páramo de Sumapaz, una rica fuente hídrica.

“Mis estudiantes en lo emocional están atravesados por familias fracturadas, algunos replican patrones de conducta y violencia, en lo que concierne a la inestabilidad los niños la sienten, no tener condiciones adecuadas en sus hogares los afecta” agrega Marleny. Otro factor que comentó son los intermediarios en el campo, “los de las turbos”, el campesino no le vende al consumidor final y ellos se quedan con la mayoría de ganancias, “pagan la cosecha a veces muy mal”, agrega. Ante estos factores Marleny entiende el valor de un acercamiento estatal y el conocimiento del ciudadano sobre sus entidades, agradeció este espacio de la feria organizado por Función Pública y el Gobierno Nacional con apoyo de las demás instituciones que los visitaron el 6 y 7 de octubre.

Mira las montañas, esa falda de bosque tropical colindante a los frailejones de páramo y sabe lo lejos que están de la ciudad y todo lo que deben hacer las personas para venir. Ella hacia este viaje seguido cuando volvió a vivir en el pueblo, para ver a su hija de 8 años los viernes en la tarde tomaba una flota para Bogotá, tal vez la misma en la que regresaba los lunes para iniciar sus labores. “Llegué a pagar arriendo, mi idea inicial era pasar poco tiempo en Venecia, pero así es la vida y ahora quiero dejar mi huella en este territorio”. Su hija, quien en ese entonces estaba terminando la primaria, le rogó que la trajera a su lado del todo, ya no quería ver a su mamá por plazos. Esto fue un reto para Marleny y entonces aplicó lo que alguna vez le dijeron en un curso para rectores del Ministerio de Educación, construyan un colegio en el que deseen que sus hijos estudien y así lo hizo. “Mi hija hizo todo su bachillerato aquí, y creo que un rector debe hacer que sus alumnos tengan la misma calidad educativa que aquellas personas que ama”.

Ahora su hija tiene 20 años y Marleny aprovechó la feria para hablar con un funcionario del ICETEX sobre un crédito con el que le está terminando de pagar la universidad. También fue a una superintendencia a quejarse por el mal servicio de un operador de celular

Marleny me toca el hombro y expresa emocionada que su hija ya va ser profesional, pero al rato su semblante cambia pues no es la situación habitual para sus alumnas, para la mujer rural. Lo sabe y un poco resignada me explica que después del ciclo de segundaria entrar a la universidad o a un técnico es muy limitado para las niñas del campo. La mayoría no tiene el apoyo económico para decir me voy a Bogotá a Fusa o a Ibagué a estudiar, aunque existen becas no hay una red de apoyo que les permita dedicarse a sus estudios.

Otro factor que ella mencionó es que todavía existe el machismo social en la casa, esa educación donde la mujer es quien debe cocinar para obreros, hacer el oficio, atender jornaleros, al dueño, entonces muchas niñas terminan desertando del sistema educativo. “Para nosotros “juntémonos” fue una oportunidad maravillosa para acceder y recibir mucha atención que no pensamos que pudiéramos tener, como colegio nos sentimos agradecidos, nos han ayudado a visibilizar ante instituciones que no sabíamos que teníamos acceso, nos ayudaron a gestionar la posibilidad de recibir ayudas para mejorar la infraestructura del colegio, nos proporcionaron información y talleres para nuestros jóvenes, estoy contenta de que nos juntemos.